Hace unas semanas, desde el Grupo de Trabajo de Salud Mental del PAPPS, nos recordaban algunas pautas para cuidar de nosotros mismos.
Nos animaban a cuidar el sueño y a realizar actividad física, pues un descanso adecuado y practicar ejercicio físico de forma regular beneficia nuestra salud mental.
Cuidar la relación con los demás
En esta entrada, nos recuerdan que también debemos cuidar la relación con los demás y aportan esta serie de consejos:
- Compartir las cosas de cada día con una o más personas de confianza. Protege de los trastornos mentales. Los animales de compañía pueden ayudar.
- Compartir los problemas con otras personas que han pasado por circunstancias parecidas a las nuestras. Esto ayuda a encontrar una solución a nuestro conflicto y a sentirse menos solos.
- Dedicar tiempo a la familia y a los amigos, alimentando estas relaciones constantemente y buscando ese tiempo necesario para dedicarles.
- Procurar hacer nuevas amistades y conservar las ya existentes. Los amigos ayudan a sentir mayor confianza en uno mismo. La amistad presupone un intercambio: dar apoyo a los demás y, a la vez, recibir su soporte.
- Relativice las preocupaciones que le crea su trabajo. Procure «desconectar» tras la jornada laboral.
¿Cuándo hemos de pedir ayuda a un profesional?
En ocasiones, sin embargo, aún intentando cuidar el equilibrio mental, las personas sienten que su salud se resiente y se ve afectada por diversas circunstancias: el trabajo, las dificultades económicas, los conflictos de la relación con los demás, los problemas de salud (propios o de los allegados) o por alguna razón no identificada.
En estos casos conviene tomar una decisión que puede ser crucial para no alargar un sufrimiento, evitable en la inmensa mayoría de los casos. A continuación se señalan algunas normas que pueden ser útiles para ayudar a decidir sobre la necesidad de pedir ayuda a un profesional.
- Cuando los sentimientos de malestar llegan a desbordar, haciendo sentir que no se disfruta de la vida suficientemente.
- Cuando se aprecia que nuestro estado de salud no es adecuado o aparecen síntomas (mareos, dolores de cabeza, vértigos,..) que no nos explicamos y que antes no se padecían.
- Cuando se vive el trabajo como una sobrecarga, cada vez mayor.
- Cuando existen conflictos en el hogar que ponen en peligro la estabilidad de la familia.
- Cuando, tras la muerte o la pérdida de un ser querido, existen dificultades para «tirar adelante».
- Cuando existe consumo excesivo de alcohol o consumo de otras drogas que interfieren con la propia vida.
- Cuando existe un deterioro permanente en la cantidad o calidad del descanso nocturno
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