«Sí, quiero»

Vivimos en una sociedad muy medicalizada. Y es normal que así sea. Incluso nos han usurpado el derecho a sentirnos sanos. Gran parte de la información que recibe la población no solo no contribuye a su salud, sino a todo lo contrario.

Ya no hay sanos, hay pre-enfermos.

Hasta para comprar un simple yogur nos piden que pensemos en un problema de salud; debemos elegir si queremos el que nos fortalezca los huesos, el que nos ayude a controlar la tensión, el que nos baje el colesterol o el que nos ayude a ir al baño… Nos bombardean con que debemos estarnos revisando a todas horas porque igual estamos enfermos sin saberlo. Y así, entre los intereses de la industria alimentaria y los de la industria farmacéutica o la sanidad privada, el ciudadano de a pie vive acorralado entre tanta amenaza de mala salud.

Muchas veces, nos oímos a nosotros mismos como sanitarios dar mensajes del tipo “no mire en google”, “no busque información en internet” o “no se crea lo que dicen en la tele/radio/prensa”. Y nos quedamos tan anchos. Pues lamento recordaros que lo seguirán haciendo ¡y es normal! ¿Vosotros no buscaríais información?

Si queremos que la población acceda a información fiable, hay que ponerse a ello, hay que dar un paso adelante. Generando contenido en la red y dando el “sí, quiero” cuando te pongan un micrófono, una entrevista o una cámara por delante para preguntarte sobre salud, a ti, a una médica de familia, a un médico de cabecera, al médico “de toda la vida”. Los miedos no han cambiado, al sufrimiento, a la muerte, a lo desconocido…

El papel del médico de familia es esencial para poner orden y calma.

Os propongo aprovechar esas oportunidades de dirigirnos a la población de modo más amplio que cuando lo hacemos dentro de la consulta y transmitirles la importancia del “no hacer”, de evitar los “chequeos”, de tener buenos hábitos de salud, de los determinantes sociales… O, simplemente, para explicar que muchas veces, lo que les genera ese malestar, lo que les ocurre, se llama vida, no es una enfermedad. Y la vida, no tiene tratamiento.

 

 

Fernando Fabiani

Médico de Familia y Comunitaria